Por Santiago Barberis – Socio Gerente Lares SRL.

Se dice que no se llega a valorar al agua hasta que no es  cargada sobre las espaldas para su consumo. En la agricultura pareciera que no hace falta llegar a eso. En el campo la lluvia y el agua están presentes en las conversaciones todo el tiempo: si falta, si sobra, si es muy frecuente o también se pregunta cuánto hace que no llueve. Es difícil si no se conoce la situación de la persona decir ¡Qué suerte que llovío! Podría ser muy bueno como muy malo, si estaba cosechando o si hubiera cortado e hilerado una pastura y no la haya podido levantar. El agua afecta por escasa o por abundante, pero es la que regula la vida y la productividad de los cultivos.

La agricultura ha avanzado en gran parte por la mejora en el conocimiento del uso del agua. Muchas regiones sin agua suficiente con riego total o complementario han logrado cultivos y producciones excelentes por el conocimiento generado en el uso eficiente del agua.

En agricultura de secano, sin riego y solo provista de agua de lluvia, gran parte del avance en la mejora de los cultivos se ha dado por el aprovechamiento del agua. No hay más cantidad de agua sino que es mejor utilizada. La siembra directa es un sistema que ha hecho un aporte muy importante en este aspecto.

Si tuviéramos que definir que se debería hacer para ser más eficientes en el uso del agua, es que el agua tenga el siguiente proceso en los cultivos: sea absorbida por las raíces, pase través del cultivo y sea transpirado por las hojas. El agua que pasa por las plantas del cultivo es el agua productiva. El resto es agua desaprovechada.

Buena parte de los principios del buen manejo de cultivos tienen ese fin.

  • La cobertura de rastrojos del cultivo anterior evitan que el agua sea evaporada desde el suelo y se pueda utilizar por el cultivo.
  • La no remoción de suelo y rotación de cultivos con distintos tipos de raíces generan o mantienen una estructura de suelo con mayor capacidad de almacenamiento de agua
  • Intensidad de cultivos en cada zona adecuada a las precipitaciones normales en la zona. Ni sobre utilizar, ni subutilizar el recurso. Esto permite utilizar el agua disponible  y también evitar que el agua no utilizada se pierda y estos excesos provoquen anegamientos.
  • Adaptar las fechas de siembra para hacer coincidir los períodos críticos de los cultivos con la época de mejor abastecimiento de lluvia y de menor demanda atmosférica. Maíz tardío y las fechas siembras del norte del país, son un ejemplo claro.
  • Fertilización con los nutrientes principales mejoran el uso del agua, con los mismos milímetros se logra mayor producción.
  • Estructuras de cultivos, distancias entre surcos, densidades de siembra adaptadas a lograr un uso eficiente del agua.

A esta premisa de tener en cada establecimiento un sistema que permita generar la mayor cantidad de agua productiva se le debe agregar que debería ser con el menor impacto ambiental y evitar deterioro del suelo.

Autor: Santiago Barberis

Ingeniero Agrónomo. Socio-gerente y coordordinador general Lares S.R.L.